APRENDER A GANAR

Lo más difícil del baloncesto, sin duda. Lo más difícil de cualquier deporte. ¿Se puede enseñar a un jugador a ganar un partido? Se le puede enseñar la técnica del juego, la defensa, el ataque, el pase o el tiro, pero sólo unos cuantos privilegiados consiguen entender el cómo y el porqué de una victoria.
Esos jugadores valen mucho dinero. Cuando se da la circunstancia de que se juntan varios en el mismo equipo, difícil será para el contrario. Estos jugadores tienen una cualidad que los distingue del resto: su concentración permanente en el juego. Desde que ponen el pie en el parqué, sólo tienen un objetivo. Sin más. Sin muchos adornos, sin concesiones al lucimiento más allá de las estrictamente necesarias, pero con la idea muy clara; qué hacer para que el equipo gane.
Ser un buen jugador de baloncesto no significa tener esta cualidad ni mucho menos. Es más, en un deporte tan estético como el nuestro, no todo el mundo es capaz de valorar esta especial virtud. Para definir a un jugador se suele utilizar una serie de hechos tangibles que aporte al juego. Por ejemplo que es muy buen tirador, que es un excelente pasador porque va el primero en asistencias, que su defensa es magnífica y además sin faltas, que tiene un sentido para el rebote como pocos -lleva trece por partido-...
Y sin embargo, en todas estas definiciones referidas a la estadística, o a la estética dentro de la pista, que también se utiliza (me encanta como juega, nadie tiene un tiro tan bonito, es muy elástico –sí, sí, leen bien: “¿Qué tal es fulano?” “Es muy elástico”, fue la respuesta-, es un placer verle jugar...), sin embargo, digo, casi siempre se echa en falta esa referencia a la capacidad del jugador para ganar los partidos. Pocas veces uno escucha, dentro de los análisis más complejos, algo que debería resultar clave para la valoración de un jugador: si ese jugador sabe cómo y por qué se gana un partido.
En teoría todos los jugadores, al menos los de primer nivel, deberían saber qué es lo que está ocurriendo sobre la pista, y cuál debería ser su aportación para el único objetivo final. Pero entonces esta cualidad tan especial ya no sería valorable. En la práctica, solamente unos cuantos privilegiados son capaces de adelantarse a un partido, gracias a su impagable concentración y a su despego por todo lo que no sea importante. Y como lo único realmente importante para ellos es ganar, pues para eso se ponen al servicio del equipo. Sin ellos el equipo será bueno o malo, con ellos, además, ganará partidos. Son pocos, pero realmente privilegiados. Y necesarios.

Publicado hace algunos años en Sportsya.com

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