NADAL EL MAÑO

Agassi le admiró como el futuro del tenis; ahora se desdice y augura el final de la rivalidad con Federer. Nadal responde, como gran competidor, y seguro que guardará la predicción en el lugar en el que guarda los retos por tachar, como el prisionero en la celda tachaba los días cumplidos de prisión.
Con Rafa, no caben las predicciones. O sí, pero el que se aventure deberá hacerlo únicamente bajo su responsabilidad. Evidentemente, Agassi debería saber más que todos nosotros juntos -él estuvo ahí: su reino fue del mundo de Rafa, y no del nuestro-, pero aún así creemos que corre un riesgo. Lo corrimos todos cuando jubilamos a Federer; sus lágrimas resultaron de cocodrilo.
Hay muchos modos de llegar a ser un número uno del tenis: Federer, como quizá Laver, lo hicieron gracias a su técnica superior. Sampras, como quizá McEnroe, lo hicieron gracias a su agresividad sobre la pista. Borg, como quizá Agassi, lo hicieron gracias a su consistencia desde el fondo. Nadal, como quizá nadie, lo ha hecho por su santa voluntad.
Pensando mal (o muy bien), es posible que Agassi lo que en realidad venga deseando es que el duelo entre Rafa y Federer se prolongue (¡y usted, y el otro, y yo!), y como es un tipo listo, como es capaz de ir y volver cuando nosotros ni siquiera hemos salido, lo mismo ha intuido que esa voluntad de Nadal sólo es predecible cuando le pones delante un reto como a los 50 maños del chiste les ponían el Seat 600; es decir, retando en negativo, ¿se acuerdan?
- ¿cómo consigues que 50 maños entren a la vez en un 600?
-... diciéndoles que no es posible.

Pues eso: a Nadal, el maño, sólo le faltaba el reto en negativo de alguien como Agassi. "Es imposible que Rafa pueda seguir ahí arriba con Federer. Hay muchos detrás, empujando", se largó Agassi, desde su experiencia.

Gracias, Agassi. Te debemos una.

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