DIGNIDAD


La primera y única incursión de las cartas deportivas por el atletismo fue a propósito de una noticia sobre Tim Montgomery, aquel campeón de 100 metros que ahora pasa sus días en la cárcel acusado de doping, de tráfico de drogas y de mentiras ante un tribunal. Montgomery, además, se había casado anteriormente con Marion Jones, la gran velocista, la mujer que tuvo enamorado a medio planeta cuando era capaz de correr más rápido que nadie mientras su gesto, relajado, terminaba en una preciosa sonrisa de complicidad con el espectador. Pero Marion también era de mentira. Todo aquel atletismo que surgió alrededor de los laboratorios Balco, se desplomó sin remedio y nos dejó helados.
El atletismo, sin embargo, sigue siendo el lugar donde todo comienza. Y el refugio del deportista que pretende acercarse a la perfección. Cualquier deportista deberá, de algún modo, sentirse atleta si pretende lograr el alto rendimiento. Más alto, más fuerte, más lejos, o simplemente, más digno que la media, entendida la dignidad como un potencial que emancipe, que libere, que mejore a la persona.
Cuando Alemayehu Bezabeh llegó a España desde Etiopía, sin papeles, tuvo que dormir en los albergues de acogida hasta que un compatriota suyo, también atleta, le ofreció la posibilidad de vivir bajo su techo y de conocer a Manuel Pascua, un entrenador de corredores con el prestigio de muchos años de profesión. Lo de menos, en esta historia, es la nacionalidad final del campeón europeo de cross 2009, una prueba, que sólo el que la practica llega a entenderla de veras (cerca de este blog podéis encontrar a uno de los mitos del atletismo amateur en España, Pablo Vega, al que podéis preguntar o simplemente seguir). Bezabeh corre vestido de español, la tierra que pisó, y en la cual está dibujando su bella historia.
Montgomery y Jones, o Usain Bolt, Haile Gebresselasie y Alemayehu Bezabeh, son los nombres con los que vamos construyendo el refugio. Pero el atletismo sólo es verdad cuando se asocia íntimamente a la dignidad del que lo practica. Si Bezabeh en algún momento nos fallara, necesitaríamos encontrar rápidamente una nueva historia que nos sirviera de guía, y no será fácil mejorar la suya. La historia de Bezabeh es, de momento un nuevo refugio del atletismo; una nueva y recién estrenada casa de atletas; llena de dignidad.

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