HACERSE LOS LITUANOS


El gran Mel Otero, que nos ha ido contando este traspié del baloncesto, tuvo un momento cumbre antes de la semifinal entre Estados Unidos y Lituania: “hoy somos todos un poco lituanos, ¿verdad Itu?” Y Mel sabe que es ponerle a Iturriaga una pierna de alero saltarín enfrente, tipo Iguodala, para dejar ese tigre interior que le brotaba a Juanito frente a Lothar Matthaus en apenas un lindo gatito.

No sé a sus hijos, pero al mío, que tiene apenas cuatro años, no le convencieron. El chaval parecía más interesado en seguir la pista de los contrarios. Los que mejor se movían por la pista no eran lituanos, y el que más le impactaba era el número 5 del otro equipo, un faro con suficiente luz para alumbrar la próxima década de este juego global. Eso sí, en la época de la imagen, la camiseta de Estados Unidos es un desperdicio ¡Es la única sin publicidad de todo el campeonato! Como también lo son las ceremonias de reconocimiento a las estrellas en los pabellones estadounidenses, comparadas con la que se hizo en el descanso de la final, tan… ¿suiza?

Fuera de ironías, y de la lógica humana de alentar ‘alcorconazos’ en partidos ajenos, desde mi punto de vista, y tras la (confiemos) pasajera decepción española, deberíamos ser capaces de empaparnos de campeón por dos motivos. El primero, estético; Kevin Durant parece Federer con la pelota naranja (¡y los niños de 4 años pueden verlo a todas horas!). El segundo, estratégico; ‘Coach K’ fue llamado a filas para recordar que Michael Jordan jugaba cada partido profesional con los pantalones de su Universidad (su ADN; y también el nuestro) debajo. El baloncesto empezó en un colegio.

DIARIO PUBLICO, 14 SEP 2010

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