SEVE DESDE UNA RENDIJA (yII)


Fijaos en este extracto de la entrevista que Olga Viza le hizo a Ballesteros en las páginas de Marca:

P. Esta maldita enfermedad ya se había cruzado en tu vida hace años. Tu padre fue tratado en Estados Unidos. Habrá quien se pregunte por qué has querido no moverte de España.
R. Con mi padre aprendí una cosa: los médicos y hospitales de Estados Unidos son excepcionales; pero déjame que te diga que los de aquí, también. El Hospital La Paz es increíble. Tienen la tecnología más avanzada, la renuevan constantemente y los médicos son tan buenos como los americanos. Aquí también estamos preparados y por eso me gustaría que fuéramos conscientes. De alguna manera me gustaría ayudar a la Fundación de Investigación contra el Cáncer del Hospital La Paz de Madrid, porque ésta es la verdadera guerra que debe existir, la verdadera y la única: la lucha contra las enfermedades, para poder ayudar a curar a las personas que las sufrimos. Las enfermedades no distinguen, ni razas, ni ideologías, ni nacionalidades. Son el verdadero enemigo y nuestro máximo patrimonio es la salud.


Siempre se ha dicho que el verdadero legado de Ballesteros en el mundo del golf fue, además de su estilo y su carácter, la necesidad -y la capacidad- que tuvo de convencer a los demás de que las cosas se podían hacer. Él estaba realmente convencido de que podía ganar a cualquiera en un campo de golf, y no paró de dar la tabarra hasta que lo hizo… hasta que su país lo supo… y hasta que los británicos, europeos y sobre todo norteamericanos lo asumieron. Ese empeño devolvió la vida a un circuito de golf que se moría (“buena parte de los jugadores europeos de golf de los últimos 30 años le deben el dinero que han ganado a Seve”, apunta Segurola con tino); consiguió desviar la mirada de todo un país, Estados Unidos, que creía tener más que suficiente con el espectáculo interno al que asistía (los últimos coletazos de lo que se llamó ‘the big three’, Arnold Palmer, Gary Player y Jack Nicklaus, y la inmediata incorporación de Tom Watson para seguir retando al gran Oso Dorado Nicklaus, todavía hoy el mejor jugador de golf, ‘major a major’, de la historia); y finalmente restituyó el prestigio perdido a una competición, La Ryder Cup, tan excitante y auténtica a día de hoy que el resto de deportes se vuelve cada dos años hacia ella con los ojos como platos, buscando copiar su toque de distinción no exento de competitividad.
Aquí también estamos preparados, y por eso me gustaría que fuéramos conscientes…” Es el mensaje de Seve a través de Olga Viza a todo un país ya en la primera línea mundial del deporte, pero tal vez todavía no en la vanguardia de la lucha y la investigación contra el cáncer.
Esto sucedía en 2009. Dos años después, su intento de llevar eso a la práctica lo describe su propio médico, el doctor Cristobal Belda, desde las páginas de El País, en un artículo titulado ‘El Legado’, al día siguiente de su fallecimiento: “si unimos a los mejores científicos españoles y europeos en una alianza que los permita competir contra esa enfermedad, los financiamos adecuadamente y los ponemos al servicio de mis compañeros de equipo, las victorias llegarán muy rápido y podremos ayudar a muchas personas”.

La Ryder Cup es solo un torneo de golf; para Severiano Ballesteros era un modo de vida

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